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HISTORIAS DE LA "MILI" /1

José Manuel Aguirre

LA VISITA DEL CARDENAL

Eran tiempos aquellos en los que el nacionalcatolicismo se encontraba en pleno auge. El ejército tenía encuadrados en sus unidades a sacerdotes encargados de velar por la salud religiosa de los militares. Eran los llamados capellanes castrenses. El campamento de Los Castillejos no iba a ser una excepción. Personalmente recuerdo a los curas de aquellos veranos de 1957 y 1958 como unas personas simpáticas y agradables con las que la mayoría los integrantes de mi compañía hizo buenas migas. Quizá ayudó a ello el hecho de que, en nuestro primer año, tenían su barracón-vivienda muy próximo a nuestras tiendas de campaña. Podría añadirse a ello la circunstancia de que posiblemente no pocos de nosotros nos habíamos educado en colegios religiosos. Éramos muy jóvenes, todavía bastante dóciles y poco rebeldes, y permanecíamos fieles a lo que, para algunos de los que éramos practicantes entonces, quizá se había convertido ya más en costumbre que en devoción. ¡Vaya usted a saber! Han pasado ya más de cincuenta años. La madre de un querido compañero nuestro decía que "había sido muy fácil educar a sus hijos (en la obediencia) en una dictadura".

En la milicia no se nos obligaba a práctica religiosa alguna. No recuerdo que se ofreciera la posibilidad de asistir a misa los días laborables, si alguien quisiera hacerlo. No creo que hubiera tiempo para ello. Quizá los domingos para los que se quedaban en el campamento, pero también en este caso con carácter voluntario.

Estos recuerdos me traen a la memoria la misa de once dominical en la villa fronteriza de Puigcerdà en los años 40. Entonces un batallón de infantería completo estaba de guarnición en ella. Una representación del mismo asistía a esa misa con bandera, banda, escuadra de gastadores y mandos. En el momento de la consagración, trompetas y tambores interpretaban el himno nacional atronando el templo con un estruendo sobrecogedor. Aunque solo tuve ocasión de asistir a este espectáculo un par de veces, es algo que nunca se me olvidará.

Volviendo a Los Castillejos, en mi tiempo había una ceremonia diaria y dos días en el curso del verano en los que el espíritu católico, presente por doquier adquiría particular importancia en aquel ejército.

Cada tarde, al terminar las lecciones o la instrucción, entrábamos en el campamento desfilando y todas las unidades se situaban en la Plaza de Armas en perfecta formación. Se cerraba la jornada castrense con el acto solemne de arriar bandera, a la voz de ¡presenten armas! y a los acordes del himno nacional, interpretado por una reducida y muy discreta sección de cornetas y tambores, y acto seguido se rendía "homenaje a los caídos" al emotivo toque de oración (así se llamaba), escuchado por todos en posición de firmes y en riguroso silencio.

Los dos días en donde se nos recordaba de manera muy especial el carácter católico de la nación y de su ejército eran el de la Jura de Bandera y el de la visita del cardenal arzobispo de Tarragona, doctor Benjamín de Arriba Castro. Al primer acto ya me referiré en otra ocasión. Hoy quiero contaros la singular ceremonia de la visita del prelado.

Como venía haciendo desde hacía algunos años, en el verano de 1958, el cardenal nos visitó uno de los primeros días de agosto. Bajo un sol de justicia, todas las unidades - infantería, artillería e ingenieros - con sus respectivos mandos al frente le esperaban formados en la Plaza de Armas. No recuerdo si se hizo esperar mucho. Llegó en su automóvil Mercedes. Este detalle me lo hizo notar Lluis Bellsolell, cuando hace pocos meses recordábamos juntos aquellos tiempos. El coche se puede apreciar en alguna de las fotos. Le recibió el coronel D. Manuel Cabanas Vallés, jefe del campamento. Saludó al prelado rodilla en tierra como acredita uno de los documentos gráficos que acompañan esta crónica. Era un símbolo evidente de la posición prevalente de la Iglesia en aquel entonces.

Después de los saludos de rigor, el cardenal pasó revista a las unidades. Le seguía respetuosamente el coronel, un paso por detrás. Terminado el trámite, el prelado subió a un estrado dispuesto al efecto desde donde pronunció un discurso. No recuerdo una sola palabra de lo que dijo (como es natural), aunque nos lo podemos imaginar.

Tras recibir su bendición, todos los allí formados hubieron de trasladarse a paso ligero (era un espectáculo divertido) a la entrada de la Plaza de Armas para desfilar ante el cardenal y rendirle los correspondientes honores.

Terminado el acto, el ilustre visitante departió durante unos minutos con los jefes y con los capellanes del campamento. No sé si se reunieron en un almuerzo o se marchó sin más ceremonia. Lo que sí sé es que no es cierto que el cardenal asistiera a algunas de las clases que se impartían a los alumnos, como afirmaba en su crónica del acto un importante periódico barcelonés.

Al seleccionar las fotos con las que ilustro este texto, me sorprende, una vez más, la libertad con la que me moví por todos los escenarios - este es un ejemplo - sin autorización de nadie y siempre muy próximo a los principales protagonistas. Ni siquiera los capitanes de mi compañía en los dos años sintieron la curiosidad de preguntarme alguna vez quién me había dado permiso.

Fue Pío XII el papa que nombró cardenal a Arriba y Castro. La impuso el birrete cardenalicio el propio general Franco, por especial privilegio de la Santa Sede al Estado español.

Quizá os sorprenda saber que el cardenal estaba en posesión de las siguientes condecoraciones: Gran Cruz del Mérito Naval, Gran Cruz de Isabel La Católica, Gran Cruz de la Orden de Alfonso X El Sabio, Gran Cruz de la Orden Civil de San Raimundo de Peñafort, Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III, Gran Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco, Medalla de Oro de la Juventud y Medalla de Oro de Tarragona y alguna más de menor importancia. Muchos y muy grandes debieron ser los servicios prestados al pueblo español por el ilustre prelado para recibir tantas y tan elevadas recompensas ¿No os parece?

José Manuel Aguirre

Barcelona. 22 de marzo de 2015

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José Manuel Aguirre

Comentarios a mi artículo LA VISITA DEL CARDENAL

lunes, 30 de marzo de 2015 9:56

En la foto del numeroso grupo de alumnos con los capellanes, podéis identificar a nuestro compañero Antonio Clemares. Es el primero por la izquierda en la fila superior.

Coincidimos en Los Castillejos, seis años antes de que volviéramos a encontrarnos en Olivetti.

El comandante ayudante del coronel que aparece en algunas fotos algunos pasos detrás de él era el comandante Linares. Años más tarde fue Jefe de Tráfico de la provincia de Barcelona.

 

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