olivetianos en acción

¿TE RESULTÓ ÚTIL HACER EL SERVICIO MILITAR?

José Manuel Aguirre

Aquí la más principal

hazaña es obedecer,

y el modo como ha de ser

es ni pedir ni rehusar.

Aquí, en fin, la cortesía,

el buen trato, la verdad,

la firmeza, la lealtad,

el valor, la bizarría,

el crédito, la opinión,

la constancia, la paciencia,

la humildad y la obediencia,

fama, honor y vida son

caudal de pobres soldados;

que en buena o mala fortuna,

la milicia no es más que una

religión de hombres honrados.

Estos versos de D. Pedro Calderón de la Barca,  recogen parte de los consejos que un soldado veterano  da a un novato en su obra teatral Para vencer a amor, querer vencerle, escrita a mitad del siglo XVII. Los veíamos todos los días al pasar delante del mosaico de cerámica que presidía la Plaza de Armas del campamento militar de Los Castillejos. Constituyen una suma, aún vigente, de las virtudes que deben adornar el comportamiento de un miembro de las Fuerzas Armadas, la institución más valorada actualmente por los ciudadanos españoles.

Fueron escritos cuando aún no habían sido promulgadas las Ordenanzas Militares de Carlos III. Las actuales (R.D. 96/2009) nos señalan en su artículo V, con prosa sobria y severa, lo que el dramaturgo nos dijo en verso. Así dicen:

(El militar) ..."deberá actuar con arreglo a los principios de objetividad, integridad, neutralidad, responsabilidad, imparcialidad, confidencialidad, dedicación al servicio, transparencia, ejemplaridad, austeridad, accesibilidad, eficacia, honradez y promoción del entorno cultural y medioambiental"

 

Me llama  la atención de que ni en Calderón ni en este artículo de las Ordenanzas aparezca la palabra disciplina, aunque parece claro que los dos primeros versos del poeta se refieren a ella  (Aquí la más principal hazaña es obedecer). El Diccionario de la RAE, en su acepción tercera, define la disciplina como la observancia de las leyes y ordenamientos de una profesión o instituto.

Viene a cuento este largo exordio para introducir en un adecuado marco referencial la pregunta que da título a este artículo:  ¿Te resultó útil hacer  el servicio militar? A esta puedo añadir ¿La milicia te hizo una mejor persona? ¿Aprendiste cosas que te facilitaron tu posterior vida civil? ¿Entablaste alguna amistad de esas que son para siempre? ¿Cambió el rumbo de tu vida? En este punto y antes de proseguir soy consciente de que a nuestras compañeras lectoras poco o ningún interés les suscitarán mis disquisiciones (me excuso por ello), aunque es posible que algunas vivieran el episodio de la mili como novias o incluso como madres de algún aguerrido soldadito español.

Hace ya mucho tiempo, en el mejor momento de nuestra juventud, al cumplir los 21 años, éramos llamados a filas para cumplir con nuestras obligaciones con la Patria (se nos decía). Estaban claramente establecidas las circunstancias que eximían a uno de este deber. La mayoría de los jóvenes debimos interrumpir nuestra vida civil, abandonar por un tiempo el trabajo o  aplazar los estudios o disminuir su dedicación e incorporarnos a la vida militar. El tener incumplida en todo o en parte esta obligación constituía un serio inconveniente para encontrar trabajo. "Servicio militar cumplido", se leía como requisito en los anuncios de oferta de un empleo. "Había que quitarse la mili de encima cuanto antes", se decía. De aquí que algunos se incorporaran a la milicia como voluntarios a partir de los 18 años.

En el Ejército de Tierra la vida militar se iniciaba con un periodo de instrucción en un campamento que duraba unos seis meses, se juraba bandera y el resto del tiempo transcurría, en la mayor parte de los casos, en un cuartel en el destino al que le asignaran a uno.

Creo que no se puede formular un razonamiento generalizado acerca de la conveniencia y de los eventuales beneficios de realizar el servicio militar o de los inconvenientes, incluso la pérdida de tiempo, que pudiera haber supuesto esta larga vivencia en un momento muy importante de nuestra vida. Las preguntas que formulo tienen infinidad de respuestas. Tantas como el número de personas que la respondamos. Nadie te hablará del servicio militar. Todos te contarán "su" servicio militar, repleto de "batallitas" y "hazañas bélicas" a cual más bizarra. Y, como dice el refrán, "cada uno te hablará de la feria según le fue en ella".

Pero me atrevo a afirmar que a más de uno de los jóvenes que conozco le hubiera sentado muy bien la experiencia y estoy también razonablemente seguro de que algunos de nuestros compañeros piensan algo parecido respecto a algunos de sus conocidos. Hace pocos días le comentaba mi intención de escribir este artículo a uno de nuestros amigos y me dijo que a uno de sus hijos, hasta entonces un chico inseguro y apocado, lo destinaron a un destacamento de montaña en Jaca. La mili le sentó de maravilla. Volvió pleno de confianza en sí mismo, enamorado de la naturaleza (Papá, no te puedes ni imaginar todo lo que he visto y hecho en la montaña) y dispuesto a comerse el mundo.

Al igual que muchos otros de nuestros compañeros hice mi servicio militar en la Milicia Universitaria. En los años 1957 y 1958 pasé los tres meses de verano en el campamento de Los Castillejos. Estaba situado en la comarca tarraconense del Baix Camp, próximo a los municipios de Arbolí y La Febró. Ocupaba 700 hectáreas de espacio natural en el corazón del que posteriormente habría de declarado Parque Natural de la Serra de Prades. El terreno fue cedido al ejército por los herederos del general Prim. De ahí el nombre del campamento.

Se inauguró en 1950 y funcionó hasta mediada la década de los años 70.

Realicé mis prácticas de oficial de complemento en Puigcerdà (Girona), destino que elegí voluntariamente. Algunos años más tarde también solicitó ese destino nuestro compañero Juan Pedro F. de Losada.

¿Me resultó útil hacer el servicio militar? Con sinceridad, no sé qué responder. Para no pocos, la mili propiciaba el inicio de amistades "para toda la vida". No fue mi caso. Me llevé bien con todos los compañeros con los que conviví durante dos veranos en el limitado e incómodo cobijo de la tienda de lona. Sólo conservé la amistad de aquellos pocos que ya eran mis amigos desde el colegio o que conocí durante la carrera. Las cosas que aprendí no tuvieron aplicación en mi vida civil. Tampoco puedo decir que la vida castrense me formó en la disciplina, en el trabajo duro y  la colaboración en un grupo. Esas asignaturas ya las tenía aprobadas  antes de la mili. Había vivido en dos internados diferentes (el segundo muy duro) desde los 6 a los 13 años en la década terrible de los años 40.

Ilustro esta artículo con fotos de la vida en el campamento. Las hice yo. No me explico cómo, para hacerlas, me atreví poco a poco a salir de la formación, a no participar en los desfiles y disfrutar de una cierta libertad de acción ( no mucha) sin pedir permiso y sin que nadie me lo concediera ni me lo negara. Se debió generar la presunción de que yo era un "enchufado" ¿de quién? y, como no molestaba, era mejor no hacer indagaciones. No tenía autorización alguna. Mi afición a la fotografía pudo más que mi timidez y prudencia de entonces.

En una próxima colaboración , volveré sobre el tema. Utilizaré buena parte del material gráfico de que dispongo. No he encontrado nada parecido en la red.

José Manuel Aguirre

Barcelona. 10 de febrero de 2015

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Los últimos de Olivetti. Enero 2015

Pablo Luis Cordón Marín
11 feb 2015
11:20:13

Con respecto al estupendo artículo de José Manuel Aguirre preguntándose por la utilidad de la MILI, mi pregunta sería por la utilidad para la Sociedad de los valores que la propia milicia tenía como enseña y que según las ordenanzas serían: (El militar) ..."deberá actuar con arreglo a los principios de objetividad, integridad, neutralidad, responsabilidad, imparcialidad, confidencialidad, dedicación al servicio, transparencia, ejemplaridad, austeridad, accesibilidad, eficacia, honradez y promoción del entorno cultural y medioambiental" Creo que cualquier institución de las que hoy nos quieren dar ejemplo (sin lograrlo) debería de tener todo lo anterior como principio de conducta.

Las instituciones que dirigen los países, tienen que poner a disposición de la Sociedad todos aquellos instrumentos que eleven a esta entre otras cosas moral, ética y culturalmente y por supuesto dar el ejemplo necesario para que la Sociedad se vea reflejada en sus propias instituciones. Si no ocurre así, como creo que es la situación actual, nos encontraremos con una Sociedad en la que los valores han desaparecido dejando indefensas sin objetivos positivos y totalmente confusas a las nuevas generaciones.

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Felix A.Serrano
February 11, 2015

6:32 PM

Unos años más tarde que José Manuel, del 1964 a 1967, estuve en el mismo campamento de Los Castillejos y podría responder a las preguntas que se hace con idénticas respuestas a las suyas, con lo excepción de que sí conocí a un compañero con el que todavía nos comunicamos y nos vemos de cuando en cuando con ocasión de mis viajes a Barcelona. Se trata de un alférez en prácticas como yo, en un tercer campamento, en el que compartimos, además de la tienda, aunque este año solo para tres, todas las vivencias de un verano, al mando cada uno de nosotros de una sección de alumnos de segundo curso, de una compañía de infantería en la que eran oficiales superiores el capitán y un teniente de academia con quienes ambos hicimos amistad, hasta el punto de, que pasados muchos años, nos reunimos en Zaragoza en una comida de fraternidad a la que se sumaron las esposas. Lástima que el capitán, auténtico forjador de aquella amistad, no pudo asistir por tener muy deteriorada la salud por alzheimer.

De este tercer año de campamento, a partir de unos apuntes que yo en forma de prosa y mi compañero gráfica, salió un diario de aquél verano de 1966, que está en la red en www.gargallovilla.es, pestaña “Diarios”, que por cierto tiene un link desde la página
"olivetianos". Sí existe pues en la red algo que guarda relación con el tema que toca José Manuel en su magnífico trabajo, como todos.

Un fuerte abrazo.
Félix Serrano.
 

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