AQUELLA NEVADA DE LA NAVIDAD DE 1962

Estoy seguro de que ningún barcelonés de los que la vivimos y tenemos edad para contarlo nunca olvidará aquella Navidad de 1962 ni cómo la vivió. Aquel 25 de diciembre cayó sobre la ciudad de Barcelona y otros municipios y lugares en un radio de varias decenas de kilómetros en torno a ella una nevada que no tiene parangón en varios decenios del siglo XIX, en todo el siglo XX y en lo que llevamos del presente. En algunos lugares de la ciudad la nieve llegó a alcanzar un espesor de 50 cms. En las laderas del Tibidabo se midieron hasta 80 cms.

 

La nevada comenzó en la Nochebuena cuando en muchas parroquias se iniciaba la celebración de la Misa del Gallo. Pronto empezó a cuajar y a las ocho de la mañana siguiente, la capa blanca ya alcanzaba una altura de 10 cms. A esa hora, todavía circulaban por Barcelona algunos tranvías y autobuses, pero a medida que fue avanzando el día la intensidad de la nevada les obligó a detenerse o a regresar a las cocheras. Como el día era festivo muy pocos medios privados circulaban, circunstancia esta que unida a la anterior, hizo que el tráfico de vehículos se paralizara casi totalmente.

 

(Aquel año fue excepcional en Cataluña en lo que a meteorología se refiere. Tres meses antes, el 25 de setiembre, cayó sobre las comarcas próximas a Barcelona una tromba de agua de tal calibre que causó unas catastróficas inundaciones, con particular intensidad en la comarca del Vallés. El cauce de los ríos Besós y Ripoll, carentes de la necesaria canalización pese a su proximidad a zonas urbanas, pronto se desbordaron y las aguas produjeron un terrible desastre. Además de los cuantiosísimos daños materiales, más de ochocientas personas perdieron la vida.)

En Cataluña, la Navidad era una de las fiestas más importantes del año. Toda la familia se reunía en casa de alguno de sus miembros para celebrarla. Hoy la costumbre se mantiene, pero menos. La vida moderna nos incita a aprovechar esas fechas para realizar algún viaje o para trasladarnos a alguna estación de montaña para no perder ni un solo día de esquí. Aquel día, muchos catalanes hubieron de improvisar la celebración en su casa ante la imposibilidad de trasladarse al lugar donde estaba previsto que se congregara la familia. Aunque los más avisados, a la vista de los acontecimientos, se pusieron en marcha cuando aún era posible circular. Celebraron la fiesta en donde y como estaba previsto pero hubieron de quedarse a dormir allí, de manera improvisada, porque ya era poco menos que imposible el regreso a casa. En la de mis tíos nos reunimos unas 25 personas.

Durante la tarde arreció la intensidad de la nevada. Era un espectáculo impresionante e insólito. Los niños de aquellas latitudes y algunos no tan niños veían nevar por primera vez en su vida. Verdaderamente inolvidable. El que esto escribe conserva vivo el imborrable recuerdo de la que creía había sido su primera nevada. Fue el 17 de enero, festividad de san Antonio abad, del 1946. Yo estaba interno en un colegio en Sant Julià de Vilatorta, a 6 kms de la ciudad de Vic, tan en boga en estos días. Buscando información para redactar este artículo leo que el 28 de febrero de 1942, ocho cms de nieve cubrieron el paisaje urbano barcelonés. Yo era muy niño y forzando mi memoria recuerdo de manera muy difusa sólo pocos restos de esa nieve no en la calle sino en el alero de algún tejado. No llegué a pensar que “eso” era nevar de verdad.

Ante aquella nevada del 62, andábamos todos nerviosos y excitados. Mi mujer nos contemplaba asombrada y divertida. Ella nació y, hasta que nos casamos, vivió en Puigcerdà, en pleno Pirineo, y para ella la nieve era uno de los elementos más habituales del paisaje ceretano durante varios meses del año.

Aquella mañana, al levantarnos, reinaba en el ambiente un silencio muy especial. Además, la luz que entraba por los balcones de casa tenía una tonalidad diferente y característica. Cuando mi mujer me dijo que podría estar nevando, creí que se trataba de una broma. No se equivocó. Afortunadamente, yo tenía un carrete de película en mi máquina y pude hacer las primeras fotos en plena nevada. Imagino la frustración de muchos aficionados que, por ser festivos los días 25 y 26 en Cataluña, no pudieron proveerse de este imprescindible adminículo para captar un testimonio gráfico de tan inesperado acontecimiento.

 

Estuvo nevando hasta la medianoche siguiente. Fuimos y volvimos de mi casa de entonces (Villarroel/Floridablanca) a la de mis tíos (ronda Universidad, casi frente a nuestro edificio de Casa Central) en ese antediluviano coche que se ve en dos de las fotos y al que llamábamos “la pachanga”. El regreso a casa fue dantesco pero llegamos sanos y salvos. Ya sólo unos pocos locos se atrevían a circular…si podían.

El 26, día de San Esteban, amaneció muy frío pero lucía un sol radiante. Los barceloneses se lanzaron a la calle para disfrutar del insólito paisaje. Muy pocos iban suficientemente equipados para caminar por la nieve. A medida que avanzaba el día y el sol empezaba a calentar un poquito, resultaba peligroso caminar por las aceras. Bloques de nieve empezaron a desprenderse de balcones, árboles y terrados. En los días siguientes este riesgo aumentó. No fueron pocos los vecinos que, ante el temor de que la nieve acumulada en los terrados produjera daños en los últimos pisos o un derrumbamiento a causa del peso, se dedicaron a tirar la nieve a la calle a paletadas. La carrocería de centenares de coches resultó abollada a causa de la cantidad y peso de los impactos recibidos.

Ese lunes, de buena mañana me lancé con mi Kodak Retina a las calles de la ciudad a hacer las fotos que acompañan este reportaje y alguna más. Ví no pocas personas provistas de cámaras fotográficas. ¡Qué hubiera sido en estos tiempos con la cantidad de cámaras y teléfonos digitales! Durante una comida en la que nos reunimos un par de veces al año un grupo de olivetianos con los que compartí mis últimos años en la empresa, les comenté mi intención de escribir este artículo. Maribel Grau y Joan Pairés han querido compartir con nosotros algunas de las fotos que tomaron aquellos días.

En la edición del día 27 de diciembre, el periódico La Vanguardia publicó en su portada bellas imágenes de aquella jornada a la vez que, en su editorial y en las páginas interiores daban cumplidas noticias de la repercusión y el alcance que la nevada había tenido en la vida ciudadana barcelonesa y en la de otras localidades vecinas. Nuestra ciudad estaba cubierta por 12 millones de metros cúbicos de nieve. En una entrevista que el popular periodista Manuel Del Arco le hizo a José María Porcioles, a la sazón alcalde de Barcelona, éste manifestó que la ciudad carecía de máquinas quitanieves y que se estaba trabajando con 9 vehículos provistos de palas niveladoras. Se estaba a la espera de que llegaran de Andorra los equipos necesarios para despejar la nieve de las principales vías urbanas. La ciudad quedó paralizada, casi al borde del caos. Los medios de transporte, excepto el metro, apenas podían circular. Las vías ferroviarias estaban bloqueadas. El aeropuerto estuvo cuatro días cerrado. Una capa de nieve de 60 cms cubría las pistas. Otros servicios públicos dejaron de funcionar o lo hicieron de manera muy precaria. En aquel tiempo la recogida de basuras se realizaba mediante carros tirados por caballerías. Hubo que atender, en condiciones difíciles, a unos cien partos diarios y había que dar sepultura a los difuntos. De igual manera fue preciso un especial esfuerzo en los hospitales para mantener en lo posible la necesaria atención a los enfermos. Una de mis fotos ilustra el paso de un furgón fúnebre por la plaza de Cataluña, ante la actitud respetuosa de unos esquiadores urbanos. Se produjeron averías en los suministros de agua y electricidad. También el ejército prestó una importante colaboración, con material procedente del campamento de Talarn. Llegó a temerse que se produjera una situación de desabastecimiento, especialmente de determinados productos básicos. Ante tal situación, las autoridades hicieron un llamamiento al sentido cívico y responsable de la ciudadanía y la instaban a prestar la máxima colaboración para restablecer cuanto antes la normalidad.

El citado rotativo resumía, desde puntos de vista opuestos, su visión de aquella jornada. Así, en su columna Día a día, un cronista anónimo escribía un resumen lúgubre y casi apocalíptico de aquel suceso y de las inundaciones de setiembre. Entre otras cosas decía:

“Nunca comprenderemos mejor que ahora lo que quiere decir, en verdad, la consabida metáfora del “blanco sudario”, como una representación literaria de una gran nevada. Blanco sudario, en efecto, porque envuelve a toda una gran ciudad en sus vuelos y la deja casi inválida, impedida, exangüe, semimuerta.”

Seguía más adelante: “La verdad es que el año 1962 quedará inscrito en Barcelona sobre piedra negra. Lluvias torrenciales, rieras rebosando violencia y desastre, tempestades sin descanso, inundaciones, los cielos deshaciéndose en nieve sobre nosotros… ¡Bien acabes, año; y tu nombre se extinga para que no nos traiga nuevos maleficios!”

En una columna adyacente, otro cronista, bajo el título No decayó el optimismo, nos daba, como la otra cara de la misma moneda, la versión esperanzada y festiva del insólito acontecimiento. Reproducimos un breve fragmento:

“Nota omnipresente en la adversidad padecida por los barceloneses fue la del optimismo y buen humor con la que se hizo frente. Los trabajos de limpieza de aceras y azoteas y otros muchos desarrollados por los vecinos dieron ocasión a innumerables escenas de alegría y bullicio, en las cuales participó con efusión la gente menuda.

Los aspectos curiosos e insólitos del panorama urbano fueron captados por un sinfín de aficionados a la fotografía que anduvieron buscando perfiles llamativos, para perpetuar los episodios extraordinarios que hemos vivido y que – Dios no quiera – tardarán muchos años en repetirse…” Era la visión positiva del acontecimiento.

¡Cuánto me hubiera gustado disponer de las imágenes con las que aquel pionero de las noticias meteorológicas en televisión que fue Mariano Medina nos debió predecir o comentar tan singular fenómeno. ¿Recordáis sus líneas isobáricas dibujadas con tiza en una simple pizarra? En su defecto, reproduzco los mapas del tiempo que publicó La Vanguardia los días 25 y 27 de diciembre. Estoy convencido que nuestra cultura meteorológica aprendida de la tele nos permite interpretarlos, sobre todo a la luz de los comentarios técnicos que vienen a renglón seguido.

Josep M. Gasca, en el número 97 de la revista Penell, editada por la Associació Catalana de Meteorología nos describía así la situación desde una perspectiva profesional:

“La nieve llegó de una situación marcadamente del N-NE que evolucionó rápidamente. El día 22 los pronósticos señalaban un reforzamiento de la invasión de aire de origen siberiano (extremadamente frío y seco) en progresión hacia el SW. La causa era debida a que el anticiclón de Dinamarca ganaba intensidad (su centro registraba 1032 mb de presión).

Las temperaturas del este de Europa eran muy bajas. De madrugada, Moscú registraba -19º y Viena, -10º. Más cerca, París +4º y Londres 0º. Barcelona si situaba en +6º pero llegó a 15,8º de máxima.

Los días 23 y 24 resultaron decisivos ya que el cambio se produjo en 48 horas.

Mapas del tiempo publicados en La Vanguardia los días 25 y 27 de diciembre de 1962

Un potentísimo anticiclón con un registro en su seno de 1048 mb se reforzaba en la vertical de Dinamarca. Simultáneamente se formaba una depresión de 1012 mb entre Córcega, Cerdeña y el norte de África. Las temperaturas caían a plomo en Europa. La bajada fue de unos 8º a 10º. A las 6 de la mañana del día 24 Zurich registraba -13º; Viena, -12º; París, -7º; Bruselas, -8º, y en Barcelona se llegó a una mínima de -2º y luego a una máxima de +3,2º. La presión atmosférica a nivel del mar era de 1018 a 1020 mb con tendencia a bajar en el transcurso de las horas.

Empezó a nevar hacia las 12 de la noche.

El día 25 la temperaturas en Barcelona registraron una mínima de -3,6º y una máxima de - 0.6º. La velocidad máxima del viento fue de 35 km/h, del NW y la lluvia recogida llegó a los 20,21 litros / m². Presión atmosférica, 1013 mb.”

A pesar de tan insólita y extraordinaria nevada, los profanos de una cierta edad ya podemos afirmar rotundamente que Barcelona no es una ciudad de nieve. Para disipar cualquier duda el meteorólogo Antonio Tomás Quevedo publicó otro estudio en la citada revista en el que analizaba las nevadas caídas en la Ciudad Condal en los 100 años transcurridos entre 1867 y 1966. En ese período en 49 años no nevó y en 51, sí. En estos últimos la nieve cuajó sólo en 17 ocasiones. La nevada más intensa fue la que nos ocupa, seguida por la que tuvo lugar el 15 de enero de 1914 cuando se midieron 24 cms de nieve. Parece ser que el actual alcalde de Barcelona desconoce estos datos (o alberga la esperanza de que el cambio climático modifique radicalmente la situación) y está empeñado en presentar la candidatura de nuestra ciudad como sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022. En todo caso, parafraseando a Bogart, siempre le quedará la Cerdanya (en donde él no pinta nada).

Y ya que estamos metidos en harina meteorológica, recordaréis sin duda aquella ola de frío que nos dejó helados en el febrero de 1956. Pero quizá vuestra memoria no sea tan eficaz como para recordar cuánto duró y cuál fue la temperatura mínima alcanzada entonces. ¿No? Bueno, pues empezó el 2 de febrero y en la noche del 3 se llegó a los 4,6º bajo cero. Pareció que la situación iba a recuperarse pero, tras un nuevo descenso los termómetros marcaron los 6,7º bajo cero en la noche del 10 al 11. Esta temperatura es la mínima absoluta registrada en la ciudad. No se llegó a registros positivos hasta el día 21, en que, por fin, el mercurio subió a +1,7º. Durante ese período no cayó un solo copo de nieve en Barcelona, a pesar de que la mayor cantidad de las escasas nevadas registradas en aquellos 51 años lo fueron en los meses de febrero.

Unas pocas fotos de las que aquí os presento tienen un valor muy especial para mí. Se las hizo mi padre a mi madre en el parque de Montjuïc, con ocasión de unas nevadas (fueron posiblemente dos días distintos porque mi madre viste dos abrigos diferentes). No pudieron ser otras que las que cayeron en Barcelona el 31 de diciembre de 1937 y el 15 de febrero de 1938, en plena guerra civil. Era el tiempo en que mi padre se incorporó voluntariamente como oficial (era capitán de la marina mercante) al destructor Escaño de la armada. Algunos meses después moriría al servicio de la República.

He ilustrado este artículo con algunas de las fotos que hice los días 25 y 26 de aquel diciembre de 1962. En alguna aparecemos mi mujer Dolors, mi hermano Emilio y yo. Los barceloneses reconocerán sin duda en ellas algunos de los lugares más populares de la ciudad: la plaza de Cataluña (veréis en una de ellas lo pequeño que era entonces El Corte Inglés), la Rambla, la catedral, su claustro, la plaza Real, el puerto, la calle del Carmen, la ronda de la Universidad, donde detrás de unos coches se distingue el edificio de Casa Central, todavía en construcción. Faltaban menos de dos años para inaugurarlo.

Concluyo con dos álbumes, uno que contiene las fotos de este artículo y otro con las que amablemente nos han cedido nuestros compañeros Joan Pairés, Maribel Grau y José Martínez Melé. Constituyen unos muy buenos documentos.

Algunas de las fotos de Joan Pairés están tomadas durante la nevada y la mayoría, el día siguiente. En ellas aparece él y Maite, su mujer, pocos meses antes de casarse, y se recogen varios aspectos del barrio del Clot, de la avenida Meridiana, del llamado entonces Salón de Víctor Pradera y el Arco de Triunfo, de la calle Trafalgar y de la plaza de San Pedro.

Las tres primeras fotos de Maribel muestran tres vistas diferentes del Parque de la Ciudadela. La última nos muestra a una Maribel jovencísima en el cruce de las calles Badajoz y Pujadas, en el Pueblo Nuevo.

También nos han llegado unas fotos en donde aparece nuestro compañero José Martínez Melé, casi un niño todavía, en un escenario de aquella nevada en su querida Cardona.

Si alguno de vosotros se anima a publicar en nuestra web y como complemento gráfico de este artículo vuestras fotos de aquellos días, que seguro son muy interesantes, sacudíos la pereza, buscadlas, escaneadlas y enviadlas a olivetianos@olivetianos.es

 

Álbum de fotos de este artículo. 

Álbum de fotos de nuestros compañeros. 

8TV (Canal de TV de Barcelona) rememora el cincuentenario de la nevada de 1962.

Emisión del 21 Dic. 2012, interviene José M. Aguirre.

 

TV 8.  "Recordem les nevades del 62"

21/12/2012

El Nadal del 1962 va nevar durant tot el dia i a Barcelona es van acumular gruixos de neu d’entre 40 i 80 centímetres. La ciutat es va llevar blanca, una imatge que ha quedat gravada a la retina dels ciutadans que ho van viure. Alguns d’ells han respost a la crida feta per aquest programa i han visitat 8 al dia per explicar-nos què en recorden.

Hem parlat amb Paz Garcia, Albert Surinach, José Manuel Aguirre i Andreu Fort.

José Manuel Aguirre

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