Olivetianos en acción

Mundo Olivetiano

 

Por José Manuel Aguirre.

Recogemos aquí el variopinto mundo de los momentos señalados que los incondicionales Olivetianos quieran hacer llegar a esta sección abierta a todos.

Incluimos en esta ocasión el apartado Uno de nosotros en la que se recogerán noticias, apuntes biográficos, reseñas de las aficiones y lo que estiméis de interés acerca de alguno de nuestros compañeros.

Invitamos a todos los que quieran participar con sus colaboraciones y opiniones sobre este mundo olivetiano, con la seguridad de que aquí encontrarán su espacio en nuestra web, que es la de todos nosotros.

 

UNO DE NOSOTROS:  Alfred Ferrer nos envía desde Barcelona, unas notas a modo de anécdotas muy sabrosas para compartir en la sección MUNDO OLIVETIANO.

 LA PRESENTACIÓN INOPORTUNA

Para atender a un grupo de clientes que lo habían solicitado, se organizó un pequeño seminario sobre las máquinas de escribir y los cursillos de mecanografía, con un buen éxito de asistencia.

Para poder contestar a un cliente que quería ampliar la información sobre estos cursillos, el vendedor de distrito se dirigió al Centro de Formación a fin de saber fechas y horarios.

Terminada esta gestión y en la puerta de dicho centro se tropezó con una persona que entraba y que se presentó como el comisario de policía NN.NN.

Cuando en vendedor ya se veía detenido sin motivo alguno, el citado comisario aclaró que estaba en ese lugar buscando a su hija que asistía al cursillo de máquinas de escribir,

 adonde se le dirigió.

La sorpresa del vendedor de distrito se debió a la presentación que de sí hizo el citado comisario, para un tema en el que la profesión no tenía nada que ver con la búsqueda familiar que realizaba.
 

 EL VENDEDOR EN UNA SITUACIÓN COMPROMETIDA

La mañana había comenzado con una cierta amenaza de lluvia, que por la tarde se convirtió en un auténtico diluvio. A la salida de una visita el vendedor esperó a que amainase, pero aquello no llevaba trazas de arreglarse y, de pronto, la tentación apareció en forma de un cine de barrio, que le ofrecía resguardo y entretenimiento económico.

El local estaba casi lleno y el acomodador le acompañó hasta una butaca que estaba vacía y allí se sentó.

En un momento de gran luminosidad en la pantalla pudo ver con sorpresa que estaba sentado al lado de su jefe de grupo que, por lo visto, había tenido la misma idea.

¿Qué hacer en una situación como ésta? Ambos personajes adoptaron la misma solución. Consistió en ignorarse mutuamente y salir del local por separado, sin comentar nunca el tema.
 

 EL COCHE OFICIAL

La gestión con un departamento oficial duraba ya varios meses. La razón de esta demora consistía en la parsimonia con la que el departamento en cuestión trataba el asunto.

En un momento determinado, el vendedor recibió un aviso para que se presentase en la oficina correspondiente donde podría exponer sus argumentos ante la persona que tenía capacidad de decisión.

Este funcionario aceptó todos los argumentos que le aportó el vendedor pero aplazó su decisión hasta ver el producto en funcionamiento. Para ello convino en que se desplazaran a la sala de demostraciones, donde el vendedor le podría presentar las soluciones propuestas a través del propio producto.

El desplazamiento se efectuó en un automóvil oficial hasta el lugar donde estaba la sala de demostraciones. El conductor aparcó en el lugar que le pareció más oportuno, sin considerar si era un sitio autorizado o no para estacionar vehículos.

El guardia urbano que de inmediato se acercó al automóvil saludó con el máximo respeto a todos los pasajeros, incluido el vendedor, que nunca se había encontrado en una situación parecida.

Al final, la gestión no se concretó en nada positivo pero, en este caso, el vendedor pudo pasearse en un coche oficial.

 

 LA OPERACIÓN RÁPIDA

Se trataba de una operación de venta que duraba varios meses, ya que el cliente no acababa de decidirse. El producto había sido demostrado y se ajustaba a las necesidades del cliente.

Cuando el vendedor ya desesperaba de que la venta se realizase, recibió un aviso de que el cliente quería verle.

El cliente tenía su domicilio en un edificio destinado a oficinas, a donde se dirigió el vendedor encontrándose con la circunstancia de que el cliente estaba ausente por tiempo indefinido.

Pero la casualidad quiso que al regresar en el ascensor a la planta baja y abrir la puerta para salir… allí estaba el cliente que le invitó a subir ya que la operación estaba decidida.

Como el despacho estaba en un piso alto, el cliente y el vendedor fueron concretando la operación, de tal manera que al llegar al piso del cliente la venta estaba acordada por lo que el vendedor pudo volver a la planta baja sin salir del ascensor y con el pedido en el bolsillo.

Lo que había tardado meses en decidirse, se concretó en una subida en ascensor.

 

 EL VENDEDOR BARBILAMPIÑO

En las visitas periódicas que el vendedor realizaba a aquella empresa, siempre había sido muy bien recibido.

El vendedor unía a su juventud la característica de ser barbilampiño, lo que motivó que aquel día el encuentro con el cliente derivase en una conversación sobre el afeitado. El vendedor comentó que no se había afeitado nunca y la ventaja que esto representaba. De esta conversación el cliente pasó a decirle que efectivamente no tenía pelo en la barba, pero que sí lo tendría en la parte baja del cuerpo, al tiempo que acompañó este comentario con la colocación de su mano en la ingle del vendedor, el cual quedó tan sorprendido que no atinó a reaccionar.

Esta visita se tradujo en una solicitud de cambio de vendedor, petición que fue aceptada.

 

 EL BOCADILLO DESAPARECIDO

La gestión en casa del cliente se alargó más de lo previsto entre el tiempo de espera y el de la demostración, de tal manera que, al salir a la calle, el vendedor decidió tomarse un pequeño descanso desayunando en un bar cercano.

Encargó un bocadillo y mientras esperaba que se lo sirviesen ojeó la prensa del propio establecimiento. Estaba enfrascado en la lectura de una noticia, cuando oyó que su pedido había llegado. Prefirió acabar con lo poco que le quedaba por leer.

Al dirigir la mirada a su plato, observó con sorpresa que el bocadillo había desaparecido y una persona a su lado que se disponía a comérselo. Al protestar, dicha persona se disculpó aduciendo que creía que era su pedido.

Por tratarse de periodo electoral, los partidos políticos enviaban visitadores a sus partidarios más conocidos para presentarles sus papeletas electorales. La cantidad de personas a visitar motivó que el vecino de nuestro vendedor (que era uno de ellos), a la salida de una reunión, entrase con urgencia para desayunar y aprovechar para pasar por los servicios. Cumplido el trámite, viendo el bocadillo encima del mostrador, creyó que era el suyo y casi empezaba a comérselo.

Recibidas y aceptadas las disculpas, el vendedor pudo continuar con el bocadillo y con su trabajo.

  ¿PUDO SER OLIVETTI UNA DE LAS GRANDES DE LA ELECTRÓNICA? 

Por José Manuel Aguirre

Quizá la mayor parte de nosotros pueda pensar que la pregunta tiene una respuesta obvia y tajante: no. No pudo serlo como tampoco lograron serlo otros grandes campeones nacionales europeos de hace casi medio siglo y que entonces tuvieron un determinado protagonismo en el sector: Siemens, en Alemania; Bull, en Francia y, en el Reino Unido, ICL. ¿Por qué podía haberlo sido la italiana Olivetti?

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