Olivetianos en acción

Olivetianos sobre dos ruedas

por Juan Gª Dolz y Baltasar Barceló.

 

El pasado lunes 27 de abril, desembarcaron en el puerto de Barcelona procedentes de Palma de Mallorca, los amigos Baltasar Barceló y Pepe Gralla, montados en sendas motocicletas con la intención de dar una vuelta por España junto con otros familiares y amigos que se irían uniendo días más adelante durante la ruta que tenía Galicia como destino. Es una práctica que se ha convertido en costumbre desde hace unos años con diferentes destinos.

Aparte de los fines turísticos, el objeto del viaje es "desfogarse con la moto" afición que practican con pasión, pues como dice Baltasar, en Mallorca no hay forma de hacer más de 200 Km. seguidos sin caerse al mar, razón por la que cada año cruzan el Mediterráneo para disfrutar de las prácticamente inacabables carreteras peninsulares.

El que suscribe esta primera parte del relato, se sintió entusiasmado desde que tuvo conocimiento por parte de Baltasar del proyecto de viaje y enseguida confirmé mi decisión de acompañarles durante un par de días para gozar de tan grata compañía y aprovechar el atractivo de la ruta pirenaica con la que se iniciaba la aventura rutera.

Quienes acometemos esta experiencia lo hacemos como si se tratase de algo absolutamente único: una mezcla de gozo de la naturaleza, de exultante independencia, de pericia en el manejo de la máquina y, casi siempre, de aventura; así un breve chaparrón mientras conducimos una moto es, generalmente, el Diluvio Universal; la baja temperatura o el  viento helado es el punto de congelación total, hasta de la sangre; una carreterita perdida, aquella cumbre lejana, aquel desvencijado asfalto, dan una dosis aventurera muy particular a la ruta. Y es que la moto nos hace vivir los viajes con una formidable pasión. Viajar con pasión; esa es la esencia de viajar en moto.

Al punto de la mañana, nos reunimos unos minutos para desayunar con los amigos de Euroservices, Eusebio y Pepe, al rato llegó Jordi Seluy, y tras la foto de partida que ilustra esta reseña, nos dirigimos dirección Puigcerdá atravesando la collada de Tosas (1.800 m.), todavía con abundante nieve en las laderas del día anterior. Las tierras altas del Pirineo catalán ofrecen un largo recorrido por collados y puertos de considerable altura, altiplanos y profundos valles. El trayecto es de una serenidad tal, que sobresalta llegar a parajes desde donde se domina el espectáculo de un turbulento paisaje y se apaga el motor  para disfrutarlo en silencio. También hay muchos kilómetros de conducción realmente excitante, la mayor parte emocionantes. En mi opinión, este es posiblemente uno de los trayectos más interesantes de cuantos existen en España: la vall de Ribes, frondoso valle del exuberante río Freser; la Cerdanya, donde duerme la depresión del Segre, a los pies de la serra del Cadí; el Pallars Sobirá, el más agreste de los valles cuya vena fluvial es el Noguera Pallaresa. Todo de una belleza espectacular.

Repusimos fuerzas en una excelente comida en un pequeño restaurante en las proximidades de la Seu d´Urgell y tras una bellísima ruta por la collada del Cantó (1.700 m.) y la Creu de Perves (1.400 m.) finalizamos la jornada en el Pont de Suert en el límite con la provincia de Huesca. Nuestra primera jornada había sido insuperable y el tiempo soleado con ausencia de lluvia no había podido ser mejor.

Al día siguiente entramos en la provincia de Huesca por Benabarre, parando a almorzar en Barbastro, un paseo por Huesca y parada en el Pilar de Zaragoza para visitar a la Virgen y comer en el reconocido "Belanche" con una pequeña parrillada, anticipo de lo que esperaba a nuestros entrañables moteros en tierras gallegas. Tomamos a continuación la ruta de Soria, atravesando bellísimos campos de Castilla, llegando sin problemas a la ciudad numantina, un picoteo de embutidos con tinto de la tierra y a descansar pues al día siguiente nos esperaba una larga jornada motera.

Nos despedimos de buena mañana con un abrazo, yo debía volver a casa en Barcelona y Baltasar y Pepe seguir la ruta peninsular. Horas más tarde, el viaje para mi ya era un grato recuerdo deseando repetirlo en otra ocasión y cediendo ahora la continuación del relato al amigo Baltasar.

Un abrazo, Juan.

Como ya ha anticipado Juan, excelente rutero y amigo, Pepe y yo seguimos viaje para encontrarnos en Tordesillas con los amigos Jordi y Victoria que venían desde Madrid para unirse a la aventura motera, como así fue. Seguimos por Benavente para pernoctar en Ponferrada, en donde pensábamos dormir en la casa que nuestro amigo Dacosta tiene allí, Olivetiano de pro, y de la que me había dado las llaves. Al llegar, las busque por todas partes sin encontrarlas. Fue una jugarreta de mi amigo Alzheimer. Me las había dejado en el bolso en Palma según me confirmo mi mujer que las encontró allí. Gracias que Dacosta, telefónicamente encontró con rapidez la solución con las llaves duplicadas que su tenía su hermana.

Los moteros más jóvenes que esperábamos también de Madrid, nos llamaron para decirnos que habían decidido cambiar nuestra ruta por la de Jerez para ir a las carreras del Gran Premio que coincidía ese fin de semana. Otra vez será.

Una vez instalados, nos desplazamos a Molinaseca, un pueblecito a unos 20 km. que conserva el estilo original de sus casas. En una de ellas, cenamos unos platos y tomamos unos vinos típicos de la zona, lo cual consiguió que olvidara el despiste de las llaves.

Por la mañana decidimos seguir una ruta motera por carreteras comarcales de 2º orden, y a pesar de que salio un típico día gallego con llovizna y algún que otro chaparrón, disfrutamos de unos paisajes fantásticos. Es curioso que este tipo de carreteras sean una preciosidad para los moteros y una pesadilla para los automovilistas. Paseamos por la provincia de Orense hasta llegar a dormir a Monforte.

Desde allí, iniciamos la salida hasta Santiago con un tiempo esplendido. Nos habían aconsejado visitar la mejor casa de tortillas de España. La encontramos sobre las diez de la mañana pero tuvimos que conformarnos con un pincho de empanada gallega porque la cocina no se habría hasta pasado mediodía. Nos pareció oportuno reservar mesa para las tres de la tarde y así darnos tiempo de visitar Santiago y al Santiño. Regresamos a las tortillas con la intención de ser comedidos, pues por la noche teníamos prevista "LA MARISCADA OFICIAL". Siguiendo la tradición del restaurante, fueron sacando tortillas muy buenas, una tras otra, y cuando íbamos por la tercera, paramos, pero era un poco tarde. Nos habíamos pasado siete pueblos en la mesa. Estudiando la situación pensamos que lo mejor era ir al hotel de Vilagarcia de Arousa y por el bonito paseo, andar, andar y andar, para hacer un hueco y poder enfrentarnos a una "mariscada" selectiva. Lo conseguimos, cenamos muy bien y sin pesadillas nocturnas.

Salimos de Vilagarcia para ver plácidamente desde la moto, los puntos mas interesantes de la ría; Cambasos, O grove, La Toja etc., con la idea de, sin prisa pero sin pausa, llegar a Madrid antes de que se iniciaran los acostumbrados atascos de fin de semana con puente. Fue una muy buena idea. Ya en casa de Jordi, su hijo nos había preparado unas deliciosas carnes acompañadas de otras viandas que hizo que recuperáramos fuerzas en un plis plas.

Por la mañana, aprovechamos para cambiar los neumáticos ya que sabíamos que eran más económicos que en Palma, pues la crisis es la crisis. Después de comer, tomar café y echar una cabezada, nos despedimos de Jordi y Victoria. Pepe y yo nos dirigimos a Valencia para tomar finalmente el barco de regreso a Palma de las once de la noche.

RESUMEN: Una vuelta magnifica, una semana fantástica, podemos volver porque ...NO LO HEMOS VISTO TODO y hemos ...perdón, he disfrutado quitando la carbonilla a la moto y al motero y además, con excelente compañía. Ahora queda la inquietud de ver si logré localizar con antelación, todos los radares de la carretera gracias a mi nuevo GPS, antes de que me hicieran fotos a mi trasero.

Recalcar para terminar, lo peculiar del medio de locomoción y sus características que lo hace singular. Sobre una moto, el motorista siente que forma parte del aire, se tambalea cuando el viento rachea con furia, le envuelve la fragancia de la vegetación y siente la punzada del salitre cuando rueda por el litoral, a muy poca distancia de sus pies siente correr el asfalto, la tierra o el pedregal. Todo en su conjunto representa una experiencia inolvidable y apasionante, aconsejable para cualquiera que quiera disfrutar del contacto con la naturaleza con unas dosis de aventura controlada.

Un abrazo, Baltasar.

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