Libros y Cine
Por J. L. Varas. |
Literatura y cinematografía; historias que nos interesen, que nos emocionen, que nos hagan pasar un buen rato.Referencias comprobadas, buenas obras a mi criterio; explicadas para que puedas elegir lo más próximo a tus intereses.Presentadas siempre junto a la obra de un creador: el autor en el caso de un libro; el director, un actor, el guionista o cualquier especialista que participe en el caso de una película.Ese es mi propósito en esta sección. Espero que las opiniones de todos vosotros sirvan para establecer un juicio más amplio que el mío, que será necesariamente limitado.No hay otra opción tan lúdica y tan efectiva para entender el mundo, como la literatura y el cine. |
The Road
Leí The Road de Cormac McCarthy sin saber que John Hillcoat había hecho una película basada en la novela. Me atrapó, no pude dejarla, la leí prácticamente de un tirón. Después he visto la cinta con escasas expectativas de que estuviera a la altura, pocas películas honran la novela asociada; pero me gustó, tiene unos méritos estimables y consigue una representación visual muy fiel con la situación creada en la obra literaria.
Cormac McCarthy es un consagrado escritor americano, nacido en EEUU en 1933. La mayoría recordareis su novela “No es país para viejos” (2005) , de la que también se hizo una película, dirigida por los hermanos Coen (2007), premiada con varios Oscar, entre ellos el de Javier Bardem al mejor actor de reparto. Por la carretera obtuvo el premio Pulitzer de ficción en 2007.
La carretera (The Road), es un drama situado en un mundo post-apocalíptico del que sólo se saben sus consecuencias: desaparición del mundo organizado, civilizado y culto; habitado únicamente por unos supervivientes aterrorizados y violentos que se comportan como animales para sobrevivir. El hambre, el frío y el miedo están presentes como personajes del drama. El escenario es tétrico, las plantas y los animales han desaparecido, la ceniza lo cubre todo y el sol esta tapado permanentemente por nubes amenazantes. En ese ambiente, un padre y su hijo huyen de tanto horror y realizan un viaje a través de lo que habían sido carreteras, para llegar al sur, donde esperan encontrar el mar y una vida más humana. Pero en esta historia apocalíptica Cormac McC deja espacio para la esperanza: el amor entre padre e hijo y la inocencia del niño, le permite a Cormac hacernos llegar el mensaje de que el desarrollo humano logra salvar las esencias de su naturaleza.
Una narrativa fragmentada, unos diálogos eficaces y las pausas en la narración de la acción, que permiten introducir consideraciones teóricas, dotan a la novela de un ritmo y un equilibrio que hacen interesante su lectura y atrapan al lector. La relación entre padre e hijo y las dificultades con las que se enfrentan los dos protagonistas, nos despiertan emociones solidarias y nos llevan a identificarnos con ellos, experimentando el miedo, el hambre y el frío que sufren y gozando de aquellos momentos en los que el azar y su insistencia les deparan un tiempo de descanso. En fin una novela que se lee con interés y nos deja un sabor de boca que saboreamos largo tiempo.
The Road: la película
Dirigida por John Hillcoat, hace un trabajo eficaz en una adaptación muy fiel al texto, que transmite bien las reflexiones filosóficas de la novela y ambienta el recorrido en un escenario que recrea el que Cormac creo en su obra. A este logro no es ajeno el español Javier Aguirresarobe, que es autor de la fotografía. Con un trabajo muy difícil con la luz y el color, consigue unos resultados sobresalientes.
Viggo Mortensen encarna al padre, en una interpretación digna de los premios más acreditados. Recorre todos los estados emocionales haciendo gala de esa facultad, ya acreditada por V. Mortensen en otras cintas, de una flexibilidad interpretativa muy alta. Pasa del miedo y la agresividad de los momentos más duros, a la ternura que le despierta la contemplación de su hijo dormido, con una naturalidad sobresaliente.
El hijo lo interpreta el joven actor Kodi Smit-McPhee, que resuelve el lance con un notable alto.
Una de las pocas licencias que se permite Hillcoat con el guión, es ampliar la referencia a la madre muerta, personaje que interpreta Charlize Theron.
En resumen dos expresiones, escrita y cinematográfica, de una misma obra, que merece la pena conocer.
Si no tenéis ocasión o tiempo de leer la novela y ver la película, os recomiendo emplear vuestro escaso tiempo en leer la novela. Eso no quiere decir que la película no merezca la pena, pero el origen de la obra y la esencia completa está en el texto, la película es una buena versión plástica de la novela.
José Luis Varas.
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Cuenta Mario Camus, el director de la película “Los santos inocentes”, adaptación cinematográfica de la novela homónima de Miguel Delibes, una anécdota muy significativa. En una de sus estancias en París, al entrar en un café, se encontró en su interior con el actor Dick Bogarde. Camus creyó que éste no le había visto y como no le quiso importunar, no le saludó. Al cabo de unos minutos, el actor se marchó, pero al pasar a su lado le entregó una servilleta de papel en el que había escrito sólo dos palabras: MILANA BONITA. Nuestra hermosa lengua castellana, las otras españolas que también lo son y las otras pocas que conozco disponen de determinados signos de puntuación para resaltar nuestras emociones, dar el tono inquisitivo a nuestras preguntas, delimitar las citas y algunos otros más, pero no hay ninguno para puntuar uno de los más hermosos sentimientos humanos: la ternura. Habría que inventarlo. Aunque sólo fuera para ayudarnos a pronunciar estas dos palabras con la ternura y la limpieza de corazón con las que las pronuncia a la largo del relato Azarías, ese personaje simple y bueno que es uno de los más representativos de la rica iconografía de protagonistas – desde el Pedro de La sombra del ciprés es alargada hasta el Cipriano Salcedo de El hereje, - que nos ha regalado Miguel Delibes a lo largo de cincuenta años de incomparable ejercicio de literato.
No creo que haya una manera más acertada de dar una respuesta aproximada a la misión imposible de resumir en dos palabras todo lo que Delibes ha sido y todo lo que nos ha dado que las escritas en aquella servilleta. Ellas son un bello símbolo de la sencillez de vida y de estilo del autor, de su predilección por los seres desvalidos y su profundo amor a la naturaleza.
Miguel Delibes murió en Valladolid, su ciudad natal, al alba del pasado 12 de marzo a los 89 años de edad. Desde entonces todos medios de comunicación –prensa, radio, televisión e Internet – nos han inundado de noticias, resúmenes y exégesis de la vida y de la obra del insigne escritor. Plumas preclaras y lúcidas han comentado su vida y su obra desde todos los ángulos y con diversas ópticas. Todas han coincidido en el reconocimiento de la excelencia de sus trabajos. Parecería que está todo dicho y, sin embargo, la producción del eximio escritor será siempre ocasión de nuevos estudios y evocaciones. Miguel Delibes ha entrado por derecho propio en el Parnaso de los escritores españoles.
A pesar de que no añadiremos nada a lo escrito, sería impropio de los olivetianos lectores de sus textos - en los que ellos y posiblemente sus hijos y sus nietos han aprendido a hablar mejor la lengua castellana, a ser mejores personas y a amar y respetar la naturaleza - no dejar constancia de nuestro homenaje de gratitud a don Miguel.
APUNTES BIOGRÁFICOS
Miguel Delibes Setién nació en Valladolid el 17 de octubre de 1920. Es el tercer hijo de los ocho frutos del matrimonio de Adolfo Delibes y María Setién. Salvo en determinadas ausencias por viajes o cortos periodos de docencia en el extranjero y sus vacaciones en el pueblecito burgalés de Sedano, siempre quiso residir en ella. Hombre discreto y voluntariamente provinciano, dijo de sí mismo: “Soy como los árboles. Crezco donde me plantan hasta el punto que si un día me sacaran de Castilla no acertaría a vivir”.
Estudió Comercio y Derecho, También dibujo. Sólo por azar afloró su vocación al periodismo. Explicó que al estudiar un Manual de Derecho Mercantil del profesor Joaquín Garrigues descubrió la belleza del lenguaje, la eficacia de la metáfora y del adjetivo oportunamente empleado.
En 1941 ingresó como caricaturista en El Norte de Castilla, en donde enseguida pasó a ser redactor. En 1952 fue nombrado subdirector del periódico y, en 1958, fue promovido a director. Desde el periódico emprendió varias campañas a favor del medio rural castellano. Ello significó enfrentarse al régimen y a la censura. Dimitió en 1963 para dedicarse exclusivamente a la literatura.
El 23 de abril de 1946 se había casado con Ángeles de Castro, tras largos años de noviazgo desde muy jóvenes. Ella le animó a leer y a ponerse a escribir. De su matrimonio nacieron siete hijos.
La Noche de Reyes de 1948 recibió una llamada telefónica en la redacción de El Norte para comunicarle que su novela La sombra del ciprés es alargada había ganado el prestigioso Premio Nadal.
A partir de aquí se fueron sucediendo sus novelas. Fue ya en El camino, la tercera – escrita en tres semanas -, en donde quedaron establecidas las claves de su universo literario: su pesimismo hacia la condición humana y la defensa de sus principales víctimas: los niños, los mayores, los seres desvalidos y la naturaleza.
En 1973, con más de 20 libros publicados, fue nombrado miembro de la Real Academia de la Lengua, para ocupar el sillón señalado con la e minúscula. Tomó posesión el 25 de mayo de 1975. Su discurso versó sobre “El sentido del progreso desde mi obra”.
En 1973, recibió el golpe más duro de su vida: la muerte de su mujer, con sólo 50 años. Tardó años en recuperarse porque como él decía, al morir Ángeles “he perdido mi equilibrio, la mejor mitad de mí mismo”.
En 1982, le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias. Le siguieron el Premio de las Letras de Castilla y de León, en 1984; el Premio de las Letras Españolas, en 1991 y, por fin, el Premio Cervantes, en 1993. En el acto de la entrega el Rey le dijo: “Nunca mejor dado ni con tanta alegría”.
Y aquí cabe hacer un inciso para citar a Carlos Aganzo, el actual director de El Norte de Castilla: “Ahora que se ha ido se puede decir bien alto y bien fuerte que lo único que no le ha dado la vida literaria ni María Ángeles es el Premio Nobel de Literatura. Y eso a pesar de que sus novelas han llevado más lejos que las de ningún escritor de su tiempo la rotunda belleza de la lengua castellana”.
En 1998, publicó El hereje, su última novela, que le llevó tres años de trabajo, reconocida por él y por muchos de sus críticos como la mejor de su dilatada obra. Quiso dedicarla a Valladolid, su ciudad. Al año siguiente le valió el Premio Nacional de Narrativa. Por acuerdo del Consejo de Ministros le fue concedida la Medalla del Trabajo. Por el tiempo de aparición de El hereje fue operado de un cáncer de colon.
A propósito de ello y en el que parecía iba a ser su último escrito, Delibes decía, entre otras cosas:
“Aunque viví hasta el año 2000… el escritor Miguel Delibes murió en Madrid el 21 de mayo en la mesa de operaciones de la clínica de la Luz. Esto es, los últimos años literariamente no le sirvieron de nada.
Terminé como siempre había imaginado: incapaz de abatir una perdiz roja ni de escribir unas cuartillas con profesionalidad.
No me quejaba. Otros tuvieron menos tiempo. Al fin y al cabo, setenta y ocho años son bastantes para realizar una obra,”
Sin embargo, todavía en el 2005 escribió en colaboración con su hijo Miguel Delibes de Castro, prestigioso biólogo, y a manera de diálogo sobre temas ecológicos La Tierra herida: ¿qué mundo heredarán nuestros hijos?
De todos son conocidas son afición a la caza y al deporte: especialmente a andar en bicicleta y su amor por el Real Valladolid. La periodista Elisa Silió, una de sus dieciocho nietos, nos dice en un emotivo artículo publicado en El País: “Era un apasionado del deporte…El ciclismo le proporcionó tardes de gloria ante la tele. Durante el Tour, entre risas, cantaba de pie La Marsellesa, maldecía a Fignon o daba saltos de alegría con las machadas de Indurain y Perico.”
LECTURAS ESENCIALES
El conjunto de su obra está compuesto por novelas, escritos periodísticos y crónicas de viaje y de caza. Alguien ha dicho que son un retrato fiel y a veces crítico de las tierras y los hombres de su Castilla natal. Algunas de sus obras han sido traducidas a más de 30 idiomas. El diario El País citaba como lecturas esenciales:
La sombra del ciprés es alargada. 1948
El camino. 1950
Mi idolatrado hijo Sisí. 1953
Diario de un cazador. 1955
La hoja roja. 1959
Las ratas. 1962
Viejas historias de Castilla la Vieja. 1964
Cinco horas con Mario. 1966
La mortaja. 1970
El príncipe destronado. 1973
Las guerras de nuestros antepasados. 1975
El disputado voto del señor Cayo. 1978
Castilla, lo castellano y los castellanos. 1979
Un mundo que agoniza. 1979
Los santos inocentes. 1981
377A, madera de héroe. 1987
Pegar la hebra. 1990
Señora de rojo sobre fondo gris. 1991
El último coto. 1992
Diario de un jubilado. 1995
El hereje. 1998
España 1936-1950, muerte y resurrección de la novela. 2004
La Tierra herida: ¿qué mundo heredarán nuestros hijos?. 2005
CONSIDERACIONES SOBRE LA OBRA DE DELIBES
El mismo Delibes nos dijo: “Soy un hombre sencillo que escribe sencillamente.”
En otro momento escribió “…la buena novela puede ser, indistintamente, rural o urbana, y, por otra parte, preocupación siempre viva en mí ha sido el hallazgo de valores estables, de valores materiales permanentes y, hasta el día, no encontré otro menos engañoso que la naturaleza. En lo que atañe a mi preferencia por las gentes primitivas, por los seres elementales, no obedece a capricho. Para mí la novela es el hombre y el hombre en sus reacciones auténticas, espontáneas, sin mixtificar, no se da a estas alturas de civilización, sino en el pueblo.”
En este sentido, Carmen Caffarel, actual directora del Instituto Cervantes, ha calificado a Delibes “como un escritor que a través de obras como El camino o Los santos inocentes desarrolló una ética humanista a favor de los humildes.”
En su prólogo al primer volumen de sus Obras Completas, el propio Delibes considera que los elementos inexcusables para la novela son un hombre, un paisaje, una pasión.
Giuseppe Bellini, fundador de los estudios hispanoamericanos en Italia y profesor de Literatura Española en la universidad Bocconi de Milán, añade, en el caso de Delibes, un cuarto elemento: el lenguaje. “Delibes es un gran dominador del castellano, del cual conoce los más íntimos secretos.” Afirma que, además de su defensa convencida de la naturaleza, “el escritor desarrolla otra operación ecológica: la de conservar la expresión más característica de un idioma tan rico, resucitando un vocabulario destinado si no a desaparecer, a quedar ignorado, no a través de una operación arqueológica, sino proyectando en la página toda su vitalidad original”. Y concluye que el mundo de Delibes es tan viejo y tan rico que no necesita inventar nada, a diferencia del de Macondo donde todo era tan nuevo que no tenía nombres todavía. Concluye: “No se trata de retórica sino de contar las cosas llamándolas con sus nombres y dando a la frase toda su expresividad.”
Manuel Alvar, uno de nuestros más grandes filólogos y exdirector de la Real Academia de la Lengua, abunda en ello y nos dice: “Delibes posee el pulso de la lengua y, por eso, es dueño de una multitud de registros que hacen ser a sus criaturas seres vivos e identificados con la realidad que habitan”.
Jorge Urdiales Yuste, doctor en ciencias de la información y estudioso de la obra del escritor vallisoletano, ha recopilado un “Diccionario de voces y expresiones populares y rurales en la obra de Miguel Delibes”. Podemos consultarlo en: www.catedramdelibes.es
El crítico literario y profesor de literatura española, Gonzalo Sobejano, resalta dos constantes en la obra de Delibes: el miedo – fundamentalmente a la muerte – y la compasión.” Afirma que Delibes es un escritor más ético que estético, cuyos ingredientes fundamentales son la ternura y el realismo, siempre en equilibrio, con un punto de humor, a veces.
Concluyamos con el ya citado Carlos Aganzo con unas impresionante reflexión: “…con todas y cada una de sus novelas ‘al aire libre’, el escritor fue elaborando el impresionante certificado de defunción de toda una cultura: el final de la vida en el campo, de los ciclos de las cosechas, de la estrecha convivencia entre el hombre con los animales…pero también el final de tantas y tantas palabras de nuestra lengua castellana nacidas del sudor, el miedo, el esfuerzo y las esperanzas de los hombres del campo.” Delibes decía: “Yo escribo con el oído. El ruralismo ha pasado a la historia. La televisión ha sustituido al abuelo. Antes el abuelo contaba historias y los nietos le escuchaban boquiabiertos. Ahora el abuelo no tiene nada que contar y también mira la televisión.”
HOMENAJE FINAL
Para terminar, de entre lo bueno he elegido lo mejor que he podido encontrar. En la edición digital de El Norte de Castilla del mismo día 12, la lectora María Ángeles Merino Moya, imitando el estilo del maestro, rindió un hermoso homenaje al escritor en una preciosa y sencilla composición en donde aparecen los principales personajes de sus novelas. No la conozco (no sé por qué intuyo que pertenece al mundo de la docencia), pero estoy seguro que no la molestará que un olivetiano que no sabe escribir estas cosas y que no ha leído a Delibes tanto y tan bien como ella utilice su texto para cerrar nuestro sincero y humilde homenaje al maestro. Dice así:
“El Nini salió esta mañana de su cueva y la señora Clo, la del estanco, la dio la mala noticia. La radio dice que Miguel Delibes, aquel señor que tenía la rareza de pasear por nuestros tesos mondos, ha muerto. El señor Cayo bajó a Refico y el de la Coca- Cola le dio la mala noticia. Vaya, pensó, se ha muerto ese señor con estudios, el que pasaba temporadas en Sedano, cerca de mi vacío pueblo con tres vecinos. Too, le hacía tantas preguntas aquel hombre como si quisiera aprender. Alguna vez hablaba también con el vecino, aunque Cayo le tenía dicho que si hablaba con ése, no hablaba con él. Pacífico lo sabe por el Bisa que fue a la ciudad, a ver si de una vez se armaba la guerra para este nieto suyo, tan pacífico. El Bisa cree que ese señor tan famoso es un general. Daniel el Mochuelo está en ese odioso internado de la capital, donde sus padres, los queseros, le han enviado con tantos sacrificios. Un profesor le ha dicho que don Miguel se ha ido con Germán el Tiñoso. La viuda de Mario se ha enterado por ese bedel del instituto, Lorenzo, con el que su marido conversaba amigablemente de temas cinegéticos. Era tan vulgar el pobre Mario, siempre con gente baja…Que se fastidie, que su segundo marido le compró su Audi, qué vulgaridad un 600, cómo pudo pensar alguna vez en esa birria de cochecillo. El pequeño Quico ha bajado con la Vito a comprar la leche. La Domi les ha contado que se ha muerto ese señor tan importante que paseaba por el campo grande. El Azarías vive en una residencia de ancianos. No fue a la cárcel por matar al señorito, ya que se probó su deficiencia mental. En la televisión una y otra vez se repetía el nombre de Miguel Delibes. Azarías se sonreía y decía sin parar: “Milana bonita”. El sexagenario voluptuoso es ahora nonagerio sin voluptuosidad. A la fuerza ahorcan. Babea y no se entera de nada. La señora de rojo sobre fondo gris, mi tocaya María Ángeles, hace mucho que no está, cuánto la ha echado de menos don Miguel. Las cenizas del hereje, quemado vivo en el Valladolid del siglo XVI, se han removido esta mañana. Bienvenido, hermano. Y hay muchos más, si no los conocéis, os animo a conocerlos. No os defraudarán. Un abrazo, amigos, en este triste día, en el que despedimos al padre de estas criaturas de ficción que tantos buenos ratos nos ha proporcionado.”
Con el agradecimiento al maestro, de parte de los Olivetianos.
15 de marzo de 2010
Fotos: Fernando Quintela.
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