Olivetianos en Acción

Nuestras Fotografías

Por José Manuel Aguirre y Antonio Ibars.

En esta renovada web que estrenamos el pasado mes de junio, nació esta sección cuyo título pretende ser definitorio: su objetivo fundamental es el de mostrar y comentar nuestras fotografías.

Las de los olivetianos españoles. Pero no será el único. Porque, como es natural, ello conllevará también tratar de algunos aspectos de la técnica y del arte fotográficos, porque no queremos exponer estos trabajos en vacío sin referencia alguna a los instrumentos que las hicieron posibles y a la manera con que fueron creadas.

 

 CÓMO HACER UNA BUENA FOTO

 

Hace algún tiempo me dijo uno de nuestros compañeros que en la sección de fotografía de nuestra revista virtual debería dejarme de tecnicismos. Mejor sería que dedicaras el espacio a la divulgación de conceptos más sencillos. Por ejemplo, explica cómo hacer una buena fotografía, hay gente que no tiene ni idea, afirmó prescindiendo de todo eufemismo. Me dejó de piedra. Superado mi desconcierto, respondí: Eso no lo sé explicar. Luego, pensando mejor la respuesta, corregí: Para eso haría falta todo un curso de fotografía. Y de inmediato añadí: En todo caso, para aprender es muy eficaz ver muchas fotos realizadas por buenos fotógrafos. (Ese ha sido mi mejor taller de aprendizaje, si se me reconoce que algo sé del tema). Y así quedó la cosa. Alguien nos interrumpió (algunos parecen haber nacido con un don especial para ello) y abortó una conversación que se anunciaba interesante.

Pero ahora no dejo de darle vueltas al tema. ¿Cómo se hace una buena foto? Cuando salimos con la cámara a la calle, al campo o vamos de viaje con la ilusión de conseguir esa foto o ese reportaje excelente - más allá de la sesión de fotos familiares - casi siempre regresamos a casa con un compendio de vulgaridades. Con eso que los pescadores y el vulgo denominan morralla. Y sin embargo, un raro día en la vida de un fotógrafo aficionado se confirma su intuición de que en aquel escenario - conjunción de lugar, tiempo y luz - había una buena foto. Y, en efecto, allí estaba y él supo verla y capturarla.

Raramente una buena foto sale por casualidad. Hay que saber “verla” antes de hacerla. A veces la oportunidad es tan efímera, como en el caso de la fotografía de reportaje – deportiva o de algún suceso pintoresco o dramático – que hay que tener los reflejos de los tiradores al plato. Pero eso suele ser la excepción. Pocos aficionados tienen a la vez la vocación testimonial del periodista gráfico. Normalmente pueden tomarse su tiempo, esperar al que creen el momento oportuno, ensayar diversos encuadres y disparar. Luego, la foto puede resultar perfecta desde el punto de vista técnico pero aun así no “dice” nada. No fascina, no emociona, ni siquiera sorprende. No es lo que muchos aficionados entendemos por “una buena foto”.

Por cierto, hablando de encuadrar. En alguna otra ocasión he escrito que la fotografía es el arte de excluir, incluso cuando se utiliza un objetivo gran angular con el propósito de abarcar la mayor parte de la escena. A menudo, lo que podría haber sido una buena foto se malogra porque en ella aparecen personas y cosas, luces y sombras que están de más, que distraen la atención, que empobrecen la imagen. Me adelanto a una objeción casi obvia: es mejor que sobre que que falte. Luego en casa ya lo arreglaré con el Photoshop. Claro. Pero para mejorar tu trabajo, es posible que antes o después acabes excluyendo, eliminando. Nunca añadirás nada. Hacerlo me atrevo a decir que ya no es fotografía.

Pero una cosa es hacer una buena foto y otra, hacer una foto correcta, que es lo que se pretende en la mayoría de los casos y lo que está al alcance de la mayoría. Después de haber visto muchas decenas de miles de fotos (no exagero), concluyo que muchísimas de las fotos mal hechas lo son porque están mal encuadradas o, lo que es peor, desenfocadas o “movidas”. En todo caso, una condición imprescindible para tomar de manera correcta una foto es la de trabajar sin prisas. En cuanto al tema de la misma, creo que el sujeto o el objeto elegido para una fotografía no es materia opinable. Ya se sabe que sobre gustos no hay disputas.

Lo primero que uno debe hacer para asegurar la corrección de una fotografía es encuadrar bien. Para ello hay que mirar con atención el tema de la foto antes de usar la cámara. Elegir lo que se quiere incluir y lo que hay que excluir. Luego es preciso repetir la operación a través del visor o mediante la pantalla de la máquina. Como casi todas ellas están dotadas de un teleobjetivo más o menos potente, probad diferentes distancias focales y encuadres. En caso de duda, mejor tender a un angular mayor que otro más corto. Luego se puede corregir en la misma máquina (si está dotada del correspondiente programa), en el ordenador o en el mismo laboratorio de aficionados si es que se quiere imprimir en papel.

Si la foto ha salido movida, poco o nada se puede hacer. Hasta hace poco, buena parte de las fotos movidas se producían cuando se trabajaba en precarias condiciones de luz, lo que obligaba a aumentar la exposición. Si la velocidad de obturación era inferior a 1/30 de segundo la posibilidad de que quedara movida era alta. Sin embargo, las nuevas cámaras vienen dotadas de elementos que eliminan en buena medida este problema. Uno es la posibilidad de aumentar la sensibilidad de la “falsa película”. Veréis que muchas máquinas digitales, de manera automática o por decisión del operador, pueden aumentar el número ISO (el grado de sensibilidad de la película ficticia) hasta niveles más que suficientes. Además, casi todas disponen de la prestación VR, que quiere decir reducción de la vibración. Con todo ello, las fotos movidas deberían haber dejado de ser un problema.

Por último y lo más importante, ¡enfocad bien! La mayor parte de las fotos mal hechas lo son porque están desenfocadas. ¿Qué hacer para enfocar correctamente? Hoy en día todas las máquinas están dotadas de la prestación autofoco. Quiere ello decir que, si se utilizan correctamente la precisión del enfoque está asegurada. ¿Cómo hacerlo? Después de encuadrar, a veces es necesario desplazar ligeramente la cámara de modo que el objeto principal de la foto, que es el que se desea que quede enfocado, quede en el centro del visor o de la pantalla. Entonces se pulsa ligeramente el disparador (aproximadamente hasta la mitad de su recorrido) y veréis que en el visor o en la pantalla aparece un pequeño recuadro o una señal parecida a esta [ ] que debéis situar sobre el objeto en donde queréis que se concentre el foco. Normalmente esta señal o un círculo situado en uno de los ángulos del visor es de color blanco o rojo. Cuando se pone de color azul, verde o negro indica que la precisión del foco está conseguida. Hecho esto, sin dejar de presionar el disparador, podéis recuperar el encuadre elegido, si es que habéis tenido que desplazar ligeramente la máquina. Es entonces cuando podéis pulsar a fondo el disparador. Repito que no son pocas las máquinas en las que aparece, normalmente en el ángulo superior derecho un pequeño círculo. Cuando está en rojo indica que no está a foco. Cuando se pone verde, azul o negro, ya está enfocada. Pero ¡ojo! Esto no quiere decir que el foco está donde vosotros queríais, sino simplemente que ha enfocado a algún sector de la foto. Lo aclaro con un ejemplo. No pocas veces habréis visto una foto, con frecuencia de una pareja, que aparece desenfocada. Su autor os jurará que recorrió todos los pasos aquí descritos. Seguro que sí ¿Qué pasó entonces? Pues que la cámara enfocó en alguna parte del espacio pequeño o grande que había entre las dos figuras. Si os fijáis bien, veréis que la parte enfocada es el fondo de la fotografía.

Una foto desenfocada no tiene arreglo. Por lo tanto, es absolutamente necesario prestar especial atención a la cuestión del enfoque. ¡Tomad vuestras fotografías sin precipitaciones, sujetad firmemente la máquina y evitad que un dedo o la funda de la máquina tapen parcialmente el objetivo!

Las máquinas digitales tienen una gran riqueza de prestaciones, incluso las más modestas. Si todavía no estáis familiarizados con ellas, inicialmente dejad que trabajen en automático. Después de leeros el manual (¡hay que leerlo!), empezad a experimentar. La diversión está asegurada.

Os podría decir muchas más cosas, pero basta por hoy. Lo más importante queda dicho.

¡Ah! Un consejo a los abuelos. Para retratar a los niños hay que agacharse, ponerse a su altura, aunque cueste. No los retratéis de arriba abajo, porque los sacaréis cabezones. Y algo más: utilizad el zoom. Así podréis alejaros de ellos y evitar que se queden pendientes de la cámara y se pierda la espontaneidad, uno de los mejores alicientes de las fotos de niños. Evitad el gran angular. También deforma cuando se usa cerca del sujeto. Poned el zoom a 135 si les queréis hacer un retrato. No temáis a los ojos rojos. Muchas cámaras ya los corrigen automáticamente y si no lo hacen queda el recurso de utilizar después un programa de retoque fotográfico. No necesariamente Photoshop.
Recuerdo que hace ya bastantes años un viejo conocido mío, recién terminadas las vacaciones de verano, me contó que había participado en un safari fotográfico de unos diez días de duración en uno de los más impresionantes parques naturales africanos. Quizá el Serengeti o puede que fuera el Ruwenzori. Conocía mi afición a la fotografía y quiso enseñarme los varios centenares de fotos que había “capturado” en aquellos días. Me habló de las excelencias de su equipo fotográfico. Realmente era magnífico. Una cámara réflex último modelo de una primera marca dotada para la ocasión, claro está, de un potente teleobjetivo. Le agradecí que quisiera mostrarme sus fotos. A los amantes de la fotografía nos gusta mucho ver fotos, aunque no sean nuestras. Las miré una por una, siempre con atención creciente. Con la misma sensación que deben experimentar los pescadores de perlas cuando quedan por abrir unas pocas ostras de las capturadas en el día y la ansiada perla todavía no aparece. En el caso que nos ocupa, la perla no apareció. Aquellos centenares de fotos apenas contenían unas pocas docenas que podían calificarse de correctas. Perlas, ninguna.

Hay personas que no tienen habilidad alguna para el dibujo. Otras carecen de oído para la música. Los más estamos negados para modelar alguna materia plástica con algo de sentido. Muchos, entre los que me cuento, somos y seremos incapaces de realizar las más elementales tareas de bricolaje. Aquella persona, buen profesional en lo suyo, estaba negado para la fotografía. No me pidió que le aconsejara porque estaba convencido de que en la colección que mostraba primaba la calidad sobre la ingente cantidad. Claro, porque en definitiva ¿qué es una buena fotografía? Cada uno se pone el listón donde quiere, aunque a veces a la mayoría le resulta casi imposible pasar por debajo.

Todavía eran tiempos en los que en los laboratorios para aficionados “tiraban”las copias (como se dice en el argot profesional) en papel con un formato estándar. El sistema no se preocupaba de mejorar el encuadre, aunque sí modificaba (no siempre corregía y en ocasiones estropeaba) con un elemental programa el color, el brillo y el contraste. Luego te devolvían los negativos cortados en tiras de cuatro o de seis fotogramas. A veces la máquina, inmisericorde, cortaba por donde no debía y te malograba unos cuantos de ellos.

Hoy, con la fotografía digital y los programas de retoque, con Photoshop a la cabeza, estas cosas ya no ocurren. Ya no es necesario el laboratorio. Como en otros tantos ámbitos de nuestra vida, la tecnología ha significado una revolución en la fotografía y ha aumentado las posibilidades de que podamos corregir a nuestro gusto, después de escanearla a partir de la copia en papel o del negativo original una foto tomada digitalmente o incluso mejorar o restaurar aquellas realizadas de manera analógica hace ya años. Y luego imprimirlas en casa, si se quiere, aunque todavía resulta muy caro.

Los programas de retoque casi hacen milagros. Supongo que ya lo sabéis y los usáis. A aquellos que no se hayan atrevido con ellos les animo a usarlos y a abandonar la pereza y el miedo al fracaso. Con un mínimo de práctica se consiguen muy buenos resultados. Además es muy divertido y gratificante. En ocasiones, la tecnología puede sacar a una foto de la mediocridad o mejorar lo que ya de por sí era bueno. Veamos un ejemplo práctico.

Encabeza este artículo una foto que tomé en el otoño del 91 en las inmediaciones de la ermita de San Marçal, en el macizo de Montseny. Esta copia está escaneada, sin retoque, a partir de un negativo analógico. Modestamente, creo que es una buena foto. Sin embargo puede mejorarse. Al escanearla, los colores han perdido bastante de su viveza original y alguien podría decir, seguramente con razón, que la foto no es la mejor de las posibles. El hecho de que una persona - por poca importancia que tenga en el tema, que aquí no es el caso – aparezca en el centro de la foto puede parecer que el fotógrafo concentra la atención en ella de manera excesiva. En todo caso la presencia de una figura, contra lo que algunos creen, da vida y sentido de la medida a la foto de un paisaje. Además, elimina por lo menos en parte el aspecto de “postal”.

Hice la foto pasadas las seis de la tarde. Íbamos ya de regreso. Habíamos pasado por ese paraje algunos minutos antes sin que algo nos llamara la atención. Sin embargo, en el camino de regreso y al contemplar ese rincón desde otra perspectiva, “vi” la foto enseguida. Esperé a que mi mujer se adelantara unos metros, encuadré y disparé. Hice dos tomas con dos encuadres diferentes. La segunda ya la veréis.

La primera es la que encabezaba este artículo y que ahora repito. Parece que le falta algo ¿verdad? Está un poco mortecina. Pues bien. Acudamos al Photoshop. No toquemos el color ni el encuadre, pero modifiquemos ligeramente el brillo y algo más el contraste. Y aquí está el resultado. La foto es más luminosa y ha adquirido más viveza.

Veamos ahora si, una vez realizadas estas correcciones, conseguimos algo mejor o por lo menos diferente modificando el encuadre.

Ya está. Hemos desplazado la figura y también hemos roto el equilibrio entre luces y sombras a favor de éstas (40/60). ¿Qué os parece? Mi opinión es que hemos obtenido una foto algo diferente pero no mejor. Me atrevo a decir que la hemos estropeado. Os digo por qué.
A veces conviene examinar una fotografía de la misma manera que nos han enseñado a analizar un cuadro. De manera muy esquemática, las líneas básicas de la primera foto pueden representarse así:

Casi sin quererlo la foto contiene una composición muy armónica de sus líneas básicas. Predominan las curvas que convergen en la figura central y refuerzan su protagonismo. El sólido tronco del árbol del ángulo superior izquierdo rompe el esquema con algo de dramatismo. Los dos árboles paralelos de la derecha equilibran “el peso” del anterior. La paleta de colores es rica y armónica en sus tonos otoñales, los cálidos y los fríos.

La síntesis del segundo encuadre puede ser ésta.

Desde mi modesto punto de vista, resulta más pobre. Para mí, la pérdida es evidente. Ha perdido algo de armonía, como si la hubiéramos comprimido…aunque ya lo he dicho: sobre gustos no hay disputas.

Por último os presento la segunda foto, realizada un par de segundos después de la anterior. En sentido vertical y con un ángulo más abierto, contiene bastante más información.

Está bien . Es correcta. Pero en fotografía, como en tantas otras cosas, casi nunca lo más es lo mejor.

José Manuel Aguirre

Barcelona, junio de 2010


  Galería de Fotos 

Las flores, en sus infinitas variedades, constituyen una inagotable materia de interés para los aficionados a la fotografía. Y para conseguir bellas y sugestivas imágenes a veces no es necesario  salir de casa. Los geranios del balcón, captados con el macro, bien encuadrados, iluminados por la suave luz del atardecer, pueden ser tema para fotos muy interesantes y composiciones con juegos de  luces y formas de gran interés. También los parterres de los jardines de nuestras ciudades ofrecen buenas oportunidades para obtener buenas fotos sin olvidar las infinitas y variadas  ocasiones que nos brinda la naturaleza en las floraciones espontáneas que encontramos por doquier en el campo y en la montaña durante la primavera y en los principios del verano.

En todo caso, la fotografía de flores no es un tema tan fácil como parece. Pero hoy no quiero aburriros más con consideraciones de tipo técnico. Simplemente me apetece mostraros varios aspectos de la floración de una planta que creo que no es muy común en Cataluña. Se trata de los lupinos.

Los que nos preciamos de conocer algo la comarca de la Cerdanya sabemos que la segunda quincena de junio y, más probablemente, los primeros días de julio, un rincón de la parte francesa próximo a Puigcerdà nos proporciona una excelente oportunidad de observar a esta familia de flores en todo su esplendor. Se trata de un tramo (de aproximadamente unos dos kilómetros) de la carretera que conduce a la estación de esquí del Puigmal. En la carretera francesa N-20,  dirección de Bourg Madame a Saillagouse (o si queréis de La Guingueta a Sallagosa, en catalán), poco después del pueblo de Err y a la mitad de un largo tramo recto, hay un desvío a la derecha de donde parte la citada carretera secundaria. Tras algo menos de un par de kilómetros de suave subida, de repente, a la salida de una curva de derechas aparece por encima de la cuneta de la izquierda el esplendoroso espectáculo de los lupinos. La exhibición floral continúa como he dicho durante casi dos kilómetros. Luego siguiendo por esa carretera volveremos a encontrar algunos conjuntos de esas flores pero ya no en la cantidad y belleza de los primeros.

La Wikiperdia nos dice que los lupinos, de los que se conocen más de doscientas variedades, son plantas ornamentales que se han escapado frecuentemente de los cultivos convirtiéndose en silvestres. (De hecho, algunos de los que conocemos el lugar desde hace tiempo, estamos seguros de que en ese lugar hace unos treinta años esas flores no estaban). Su origen se localiza en el NO. de Estados Unidos, desde donde fue llevada a la Patagonia y a la Tierra de Fuego y traída posteriormente a Europa para ornamentación de los jardines.

Como se trata de una planta utilizada primordialmente en la parte francesa de la comarca para vestir jardines o parterres, no puedo por menos de preguntarme si la floración en ese precioso tramo de carretera es consecuencia de una casual arraigo de semillas procedentes de Dios sabe dónde o, por el contrario, es obra de una mano sensible y paciente que, en la época del año más adecuada se ocupa en extenderlas ampliando la superficie de ese jardín natural que podéis ver en uno de los primeros tramos de la transición del valle ceretano a las primeras estribaciones del Puigmal.

 José Manuel Aguirre

 Barcelona, julio de 2010

Tema: FOTOGRAFÍAS DE FLORES: LOS LUPINOS

José Manuel Aguirre. julio 2010

 

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Conceptos básicos de fotografía

 Conceptos más complejos

¿Qué máquina me compro?

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